domingo, 16 de junio de 2013

CAPITULO 38. ADIÓS.

Bárbara llega al miedo, cada vez es más difícil despedirse de todo lo que la rodea, entra a su despacho por un segundo y comienza a recordar...
"Ese hombre va a ser mio" 
Una risa se dibuja en la cara de Bárbara al recordar esto, como le dice a sus peones que no le toquen ni un pelo a su Santos o son hombres muertos.
Bárbara: Que tiempos fueron aquellos.
Le vino a la mente su primer beso con Santos, cuando bailaron bajo esa luna llena, tan blanca, su ternura y pasión a la vez
Ella sabia que regresaría a sus brazos aquella noche, no podían resistir más el amor que sentían que debían consumirlo, llenarse el uno del otro, dejándose llevar por el fuego y la pasión.
Bárbara: Mi Santos que por primera vez me da la razón y hasta perdón me ha pedido, luego de bañar en el fango a la princesita del chiquero.- sonrió maliciosamente - Ame haciendo le la vida imposible a esa pechugona artificial. Mi poza...
Un recuerdo importante, Santos celoso cuando Bárbara no le prestaba atención, pero el destino los junto en San Fernando donde Santos ya no podía más con su hambre por Bárbara y terminaron en la cama una vez más.
Bárbara: Cuando nacieron nuestros nenes, fui tan feliz.
Bárbara: Ya no puedo recordar más, me estoy haciendo daño.- Sale del despacho.
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Por fin llegan del pueblo Carmelito y María Nieves, Pajarote se encontraba ansioso por contar lo que había oído.
Pajarote: No saben lo que le oí decir a la señora Cecilia
Carmelito: Pajarote tu como siempre metido en todo, haber ¿Que oíste?
Pajarote: La Doña se va del Arauca...
Santos iba llegando.

Santos : ¿¡Que!?- dijo gritando.
Pajarote: Perdone patrón, pero es cierto en la mañana la señora Cecilia le dijo al señor Antonio que Doña Bárbara se iría del Arauca en la noche.
Santos: ¿Como diablos es que Antonio no me dijo nada?
Pajarote: Pues no se patrón.
Santos: ¿Y ahora que voy hacer?
Pajarote: Lo mejor es que apure y vaya tras ella, en este momento debe estar por partir.
Santos: Maldita sea mi suerte.- De un impulso se subió en su caballo rumbo al miedo.
Carmelito: Ahora si se va armar una aquí en Altamira.
María Nieves: No quisiera estar en los zapatos de Don Santos.
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Genoveva: Doña la vamos a extrañar mucho en estas tierras, ¿De verdad no se queda?
Bárbara: Ya no hay marcha atrás, la decisión esta tomada. - Abraza a cada una de las terneras y se sube con los mellizos a la camioneta.
Llegan al puerto, allí se encontraban Cecilia y Antonio.
Bárbara: Cecilia te voy a echar de menos, no dejes de escribirme. 
Cecilia: Por supuesto que no mujer, cuida te mucho y a mis ahijados también.- Le da un beso a los nenes y abraza a Bárbara.

Bárbara: Te quiero.- Se le sale una lágrima.
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Santos llega al miedo, pero los peones le dicen que es demasiado tarde. El no pierde la esperanza y sale como alma que lleva el diablo hacia el puerto. Desea luchar por Bárbara y sus pequeños hijos.
Santos: Bárbara porque me haces esto si te amo con toda mi alma, Dios ayúdame no puedo perder la.
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Bárbara: Es muy difícil para mi dejar todo esto, pero se que encontrare la plenitud y la paz que deseo para ser feliz, Adiós. - Se sube en el bongo.
El bongo sale directo a San Fernando, en ese instante llega Santos.
Santos: ¡Bárbara no me dejes por favor! - Grita.
Bárbara lo observa desde lejos y no puede evitar que sus ojos se encharquen.
Bárbara: Adiós para siempre mi amor, mi Santos... - susurra en silencio.
Santos: Bárbara!, Bárbara - la ve alejarse más y se tira al suelo.
Cecilia: Santos levan tate.
Santos: Mi Bárbara.- llora.
Antonio: Hermano tienes que resignarte.
Santos: Jamás podre!, la buscare debajo de las piedras si es necesario, pero la voy a recuperar.
Bárbara, Joselyn, Martín, Laión y Casilda se encuentran en el avión rumbo a México.
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La vida no siempre es color rosa, esta llena de obstáculos que tenemos que superar. El dolor y el sufrimiento pueden cegarte impidiéndote alcanzar la felicidad.
Todos tenemos sueños e ilusiones que deseamos realizar para sentirnos completos, uno de ellos es casarnos con la persona que se ama, pero el amor es ciego... solo el matrimonio le devuelve la vista. Bárbara ahora se daba cuenta de la realidad, lo material no lo es todo, antes solo quería poder y más poder hasta que llego el amor a su vida y unos pequeños. Con este viaje puso un punto final al sufrimiento y decidió olvidar el pasado y el dolor para comenzar de 0, darle una nueva mirada a su vida, construyendo poco a poco a lo que llamamos felicidad, necesitaba que le brindaran la seguridad y confianza que por cosas del destino no consiguió en el Arauca, comenzaría a ver la vida de otra manera, por fin encontraría un nuevo amanecer.

viernes, 14 de junio de 2013

CAPITULO 37. DECISIONES

Una placida mañana, llena de risas, observando maravillados el magnífico paisaje que les brindaban aquel día, los verdes y espesos árboles, el agua cristalina que corría por el rió, centenares de aves que volaban libres en el cielo. Cuan hermoso era mirar detalladamente esa obra de arte, sin prisa, sumergiéndose en una paz interior.
Bárbara y Laión regresaron al Miedo, el pequeño estaba agotado así que cayó en un profundo sueño. Bárbara se sentía plena y pensativa, su vida no podría continuar así, anhelaba la felicidad que el destino tanto le había negado y sus pensamientos la llevaron a que tal vez en esas tierras no la encontraría y llego a la conclusión que lo mejor sería partir a otro lugar donde por fin se superara y lograra sus metas "ser feliz". Se dirigió a la cocina.
Bárbara: Casilda, quisiera pedirle un favor.

Casilda: Claro Doña nada más diga que se le ofrece.
Bárbara: Con todo lo que ha pasado en estos últimos meses decidí que me iré con mis hijos a otro lugar. - Casilda la miraba aterrada.- Usted ¿Quisiera venir con nosotros?
Casilda: Doña, pero ¿No cree que se está precipitando? usted ha vivido prácticamente toda su vida en estas tierras.
Bárbara: Me duele abandonar estos lugares tan maravillosos, pero no me puedo quedar aquí, si lo hiciera seria masoquista.
Casilda: Si esa es su decisión Doña yo me voy con usted, no podría separarme de esos diablillos.
Bárbara: De verdad gracias Casilda.- Sonríe levemente y se retira.
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Santos se despierta lentamente y mira su reloj, se da cuenta lo tarde que es. Observa a su alrededor y se fija que Bárbara ya no está, se levanta y se viste rápidamente, un poco extrañado por la situación se monta en su caballo y se dirige a Altamira para cambiarse y luego tenia pensando visitar el Miedo.
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Bárbara comienza a empacar sus pertenencia, ropa, zapatos, libros, dinero etc... quiere irse lo más pronto posible. En ese momento llega Cecilia y toca la puerta de su recámara.
Cecilia: ¿Puedo pasar?
Bárbara: Si pasa.

Cecilia observa aterrada aquella escena - ¿Y esto?, ¿Te vas de viaje?
Bárbara: Si, me voy a un viaje del cual quizás nunca regrese.
Cecilia: ¿De qué hablas Bárbara? 
Bárbara: Te seré franca, estoy agotada de la vida, solo quiero ser feliz con mis niños y aquí nunca voy a encontrar esa felicidad que tanto anhelo, así que decidí irme del país.
Cecilia: ¿Tendrá que ver en esto mi sobrino?
Bárbara: Por supuesto, no quiero tratarlo, espero que él pueda hacer feliz a Marisela.
Cecilia: ¿Estas segura que esto es lo mejor Bárbara?
Bárbara: Jamás había estado tan segura de algo, por favor no le comentes nada a Santos, no quiero que intervenga y sea peor para ambos, odio las despedidas.
Cecilia: Ay Bárbara si eso es lo que quieres, ¿Y para donde te iras?
Bárbara: Sé que puedo confiar en ti, así que serás la única que lo sepa no le puedes decir ni siquiera a tu esposo.- Cecilia asintió.- Me voy para México.
Cecilia: ¡México! ¿Tan lejos?
Bárbara: Como te digo quiero alejarme totalmente de todo, pero tienes que visitarme que conste. - Sonríe.
Cecilia: Como crees que no, aparte tengo que ver a mis ahijados. ¿Te ayudo a empacar?
Bárbara: Por favor, mientras soluciono unos últimos detalles.
Cecilia: Ve yo me encargo con Casilda y las terneras.
Bárbara: Te lo agradezco. - Se despide y sale en la camioneta hacia el pueblo.
Se dirige a la jefatura.
Bárbara entra gritando.
Bárbara: ¡Pernalete!
Pernalete: Dígame Doña.
Bárbara: Necesito en este instante un permiso redactado y firmado por usted donde me den la autorización de llevarme a mis hijos fuera del país.

Pernalete: Pero Doña para eso se necesita la aprobación del doctor Luzardo.
Bárbara toma su revólver y se lo pone en el cuello a Pernalete.- Dije que necesito ya ese permiso, ¿Entendido? 
Pernalete: Si Doña.- dice temblando.- Mujiquita ya oyó a Doña Bárbara.
Bárbara: Ya regreso por ese papel y no se le ocurra esconderse Pernalete.
Va camino al hotel y pide una copa de tequila. Se lo toma de un sorbo. 
Josefa: ¿Está bien doña?
Bárbara: Mejor que nunca. - Deja el dinero en la barra y sale.
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Pernalete: Para que necesitara la Doña ese permiso... 
Mujiquita: Es muy claro mi coronel, quiere irse del país.
Pernalete: ¿Pero a dónde? 
Bárbara entra.
Bárbara: Partida de chismosos, que les interesa a donde voy, nada más necesito ese permiso.
Pernalete: Comadre usted sabe que puede confiar en mí.
Bárbara: Primero confiaría en un chismoso compulsivo eh. - dice alzando la ceja.
Pernalete: ¡Comadre!
Bárbara: Ay ya Pernalete mejor deme ese papel que no lo voy a esperar toda la vida.- Le arrebata el papel.- Gracias y Adiós. - Se va derechito para el Miedo.
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Al medio día...
Bárbara llega al miedo, en la sala se encuentra sentada Cecilia, Casilda y los pequeños. Laión al verla se abalanza hacia sus brazos para que lo cargue.
Bárbara: ¿Cómo estas mi nene?
Laión: Bien mami.
Casilda: Doña, todo está listo como usted lo pidió. 

Bárbara: Gracias. - Sonríe y se acerca a ver a los mellizos que estaban dormidos en la carriola. - Mis angelitos.
Cecilia: Bueno Bárbara tengo que irme por un rato, ¿Cuándo se van?
Bárbara: Esta misma tarde, ya separe los boletos de avión. Tenemos que estar a las 8 p.m. en San Fernando.
Cecilia: Regreso antes de que te vayas. - Se despide y se va.
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En Altamira
Antonio: ¡Mi mariposa! Qué bueno que llegas te busque toda la mañana. - Besa a Cecilia.
Cecilia: Estaba en el miedo con Bárbara.
Antonio: Este pequeño no ha hecho sino reclamar a su madre, ¿Cómo es que te vas y me dejas solo con estos 2? - Sonríe y le da a Toñito.
Cecilia: No es para tanto.
Antonio: ¿Que andabas haciendo donde Bárbara?
Cecilia: Solo pasaba a saludar, pero me quede ayudando le a empacar sus maletas.
Antonio: ¿Maletas? ¿A dónde va?
Cecilia: No me quiso decir.
Antonio: Estoy seguro que se ira por Santos.
Cecilia: Exactamente, no le comentes nada de esto a mi sobrino, cometería una locura y Bárbara se enfadaría más con él.
Antonio: ¿Cuándo se va?
Cecilia: Hoy en la tarde, iré a despedirme. ¿Me acompañarías?
Antonio: Por supuesto.
Pajarote por casualidad escucho toda la conversación y se fue a contarle a María Nieves y Carmelito, pero en ese momento los peones estaban en el pueblo, así que tuvo que esperar hasta la tarde.
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Dieron las 5:30 de la tarde, se aproximaba la hora de partir. Bárbara se hallaba en su caballo frente al atardecer, sus oídos se deleitaban con el vuelo de las aves y la brisa de la tarde acariciaba su rostro. Su alma completamente tranquila, aunque nostálgica por partir. Dio una última mirada al cielo y retomo su rumbo al miedo rápidamente, sus rizos volaban con el viento.

En los llanos del Arauca se observaba una mujer de gran belleza a toda prisa, dejando atrás su pasado, sus lágrimas, su único amor...